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Foto del escritorEric Hernandez

Conferencia Magistral: El camino hacia la cruz


***Conferencia ofrecida en la presentación oficial del libro El camino hacia la cruz el sábado, 23 de enero 2021. Para más información y adquirir el libro accede www.erichernandezlopez.com.



Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. (Marcos 8:34-35)


El psiquiatra judío Viktor E. Frankl, sobreviviente de los campos de concentración nazi en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial en su libro El hombre en busca de sentido, comparte cómo logró enfrentar tanto sufrimiento: conociendo el «por qué». Frankl dice en su libro: «Conoce el porqué de tu existencia y podrás soportar casi cualquier cómo». Para Frankl, la vida siempre vale la pena, aun en el sufrimiento, porque siempre hay una razón por la cual vivir. A Frankl se le conoce como el padre de la logoterapia. Les comparto un fragmento de su libro:


Seguidamente me referí a las muchas oportunidades existentes para dar un sentido a la vida. Hablé a mis camaradas (que yacían inmóviles, si bien de vez en cuando se oía algún suspiro) de que la vida humana no cesa nunca, bajo ninguna circunstancia, y de que este infinito significado de la vida comprende también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte. Pedía a aquellas pobres criaturas del barracón que hicieran cara a lo serio de nuestra situación. No tenían que perder las esperanzas, antes bien debían conservar el valor en la certeza de que nuestra lucha desesperada no perdería su dignidad ni su sentid. Les aseguré que en las horas más difíciles siempre había alguien que nos observaba—un amigo, una esposa, alguien que estuviera vivo o muerto, o un Dios—y que sin duda no querría que le decepcionáramos, antes bien, esperaba que sufriéramos con orgullo—y no miserablemente—y que supiéramos morir.


El pensamiento de Frankl es muy bien resumido por el logoterapeuta Francisco Bretones cuando afirma: «Vale la pena vivir, vale la pena seguir viviendo. Siempre hay un para qué».


Cuando pensamos en la crucifixión de Jesús es natural pensar por qué o para qué Jesús decidió voluntariamente morir en una cruz. La crucifixión era el castigo romano reservado para los ladrones, asesinos o rebeldes, y significaba el castigo más cruel que se podía ofrecer a un ser humano. El madero vertical era dejado en el lugar, mientras que el criminal tenía que cargar con el madero horizontal. Las víctimas eran dejadas allí hasta que sus cuerpos se descompusieran, o hasta que los animales acabaran con ellos. Algunos cuerpos eran colocados junto a la basura y los huesos eran desechados, a menos que algún familiar los reclamara. Nadie podía recoger los cuerpos de estas víctimas, excepto en Jerusalén, donde podían enterrarlos. La meta de la crucifixión era infligir la mayor agonía por el mayor tiempo posible. Las víctimas podían colgar en la cruz por días, hasta finalmente morir.[i]


Jesús no era un asesino, ni tampoco un ladrón. ¿Por qué o para qué lo hizo? A pesar de que los políticos, con la ayuda de los religiosos y el pueblo, fueron los que crucificaron a Jesús, no hay duda de que la cruz fue parte de un plan, tuvo un por qué o un para qué. Jesús sabía que esta vía dolorosa era necesaria para dar paso a la resurrección. Marcos 8:31 nos dice:


Jesús comenzó entonces a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre sufriera mucho y fuera desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que tenía que morir y resucitar después de tres días.


El evangelio de Juan lo dice de otra forma:

De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.


Jesús sabía que, por medio de su desprendimiento, humillación y obediencia al Padre, la humanidad tendría una nueva oportunidad para disfrutar armonía con Dios, el prójimo, consigo misma y la creación. Esto es lo que conocemos como la teología de la expiación, en la que, con su sacrificio, Jesús paga por los pecados del pueblo, eliminando así la barrera entre Dios y el ser humano, el velo que los separaba. Desde esta teología, todo aquel que cree en la cruz, también disfruta de la resurrección:


Porque si nos hemos unido a Cristo en su muerte, así también nos uniremos a él en su resurrección. (Romanos 6:5)


Esta quizás es la interpretación más tradicional de la cruz y la que la mayoría utilizamos para explicar el por qué o para qué de la misma. Pero ¿qué tal si la cruz no es solo un momento, sino un proceso? ¿Qué tal si la cruz fue la máxima expresión de una jornada que comenzó el primer día de su ministerio? ¿Qué tal si en vez de solo hablar de la cruz, también pudiéramos hablar del camino hacia la cruz? No tengo duda de que el plan de Jesús no se limitó a su crucifixión, sino que también incluyó el camino hacia ella. Ahora, ¿qué Jesús nos quiso enseñar de camino hacia la cruz? El camino hacia su muerte nos enseñó una nueva forma de vivir.


Cuando analizamos la palabra pecado la misma viene de la palabra griega hamartia que significa “no dar en el blanco”. Pecar es no dar en el blanco de la voluntad de Dios, fallar en hacer la voluntad de Dios. Algunos dicen que la letra más importante de la palabra pecado es la letra E porque nos recuerda que el pecado no es otra cosa que egoísmo, ponernos en el centro y vivir una vida que busca más servirnos a nosotros mismos que a Dios y al prójimo, los dos mandamientos más importantes.


Jesús ejerció su ministerio en un contexto precisamente lleno de pecado: muchas personas fallando en dar en el blanco de la voluntad de Dios. En particular, un contexto caracterizado por un liderato político y religioso egoísta que buscaba servirse a sí mismo antes de servir. Palestina estaba dominada por Roma; era una colonia romana. Aunque se les permitía tener su estructura religiosa (sumos sacerdotes, escribas, saduceos, fariseos), la última palabra la tenía Roma por medio de su gobernador (Poncio Pilato) y su rey (Herodes Antipas). Tanto los religiosos como los políticos pertenecían a la clase social alta. La mayoría del pueblo estaba en la clase social baja: pobres, enfermos, mujeres, esclavos, pastores, obreros, campesinos y pescadores. Había una pequeña clase media compuesta por comerciantes, dueños de negocios y recaudadores de impuestos.


Esta estructura social estaba diseñada para que los arriba oprimieran a los de abajo. ¿Cómo los oprimían? De muchas formas, pero una de las más importantes era económicamente. Los poderosos establecían impuestos altos a los pobres, impuestos que en muchas ocasiones no podían pagar. La ley estaba diseñada para ayudar al poderoso y cuando los pobres se endeudaban tenían que vender a su propia familia como esclavos, creando así un escenario de eterna pobreza.


En adición a este impuesto estaba el diezmo. En aquella época el diezmo era pagado al templo para sostener a las viudas, extranjeros y pobres. Sin embargo, la corrupción religiosa era tal que usaban ese diezmo para servirse a sí mismos. Los pobres tenían entonces dos impuestos: el político y el religioso. En adición, ambos grupos, políticos y religiosos se protegían mutuamente y se confabulaban para oprimir a la clase baja. El contexto social de Palestina se puede resumir de la siguiente manera: abuso de poder y corrupción.


Cuando Jesús comienza su ministerio y dice “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!” (Marcos 1:14-15) y


El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;

19 A predicar el año agradable del Señor.

(Lucas 4)


…tenemos que poner sus palabras en contexto. Sus palabras son un claro aviso de que su propósito, el para qué y por qué de su ministerio, era invitar a ese liderato político y religioso al arrepentimiento y dar la batalla por los indefensos que estaban siendo maltratados por este liderato. Cuando uno juega dominó la primera ficha tiene mucha importancia, y esta fue la primera ficha de Jesús: anunciar que su vida (palabras y actos) sería un gran discurso en contra del egoísmo. Jesús nos confirma esto cuando dice lo siguiente en Marcos 10 dice:


Pero Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad. 43 Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor, 44 y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo. 45 Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»


La cruz no es solo un momento sino una jornada para modelar lo que el pueblo no podía ver en sus líderes: personas dispuestas a servir antes de ser servidas. El camino hacia la cruz fue un salón de clases y su meta era crear discípulos y seguidores no de un líder egoísta y opresor, sino de uno que había venido a construir el reino por medio de la solidaridad, el desprendimiento, la generosidad y el servicio. Por eso, mientras los líderes buscaban la forma de servirse, Jesús:


  • Da importancia a las mujeres. En esa época los judíos tenían una oración en las mañanas en donde daban gracias a Dios por no haber nacido gentil, ignorante de la ley o mujer. La suegra de Pedro es la primera persona que Jesús sana en Marcos, y en Lucas es la primera discípula de Jesús, antes de llamar a sus discípulos.

  • Sana a los endemoniados, personas que no solo representaban una opresión física, sino que eran símbolo de personas oprimidas por poderes políticos, económicos y sociales.

  • Sana a los enfermos: Personas pobres sin acceso a la medicina que eran marginadas por la sociedad dado la creencia de que su enfermedad era consecuencia de su pecado.

  • Se sienta con pecadores: Leví y Zaqueo son ejemplos, y Jesús se sienta a la mesa con ellos.

  • Atiende a los extranjeros: a una mujer no judía, sino gentil (sirofenicia), Jesús le sana su hija.

  • Incluye a los pequeños: en la época de Jesús los niños no tenían valor, sino que eran considerados esclavos. Para Jesús esta población indefensa y pobre es de suma importancia.


Lo irónico es que mientras Jesús hace todo esto se convierte en una amenaza para estos líderes políticos y religiosos. No necesariamente por sus milagros, sino porque su camino hacia la cruz contrastaba demasiado con el camino hacia la gloria de este liderato. A Jesús lo acusaron de blasfemo para poder crucificarlo, pero la verdadera razón es que su propuesta de que un rey y mesías debía servir a los más vulnerables antes que a sí mismo era una amenaza para los poderosos. ¿Ya sabemos por qué Jesús muere en una cruz?


Ahora, es importante notar que los mismos discípulos también tuvieron dificultad para aceptar esta propuesta. Marcos 8:31-33 nos dice:


Jesús comenzó entonces a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre sufriera mucho y fuera desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que tenía que morir y resucitar después de tres días. 32 Esto se lo dijo con toda franqueza. Pero Pedro lo llevó aparte y comenzó a reconvenirlo. 33 Entonces Jesús se volvió a ver a los discípulos, y reprendió a Pedro. Le dijo: «¡Aléjate de mi vista, Satanás! ¡Tú no piensas en las cosas de Dios sino en cuestiones humanas!»


Los discípulos, representados por Pedro, no podían entender cómo su líder tenía que sufrir. ¿Por qué no podían entenderlo? Porque su paradigma mental les decía que los líderes no vivían de esa forma, sirviendo antes de ser servidos. Esa es precisamente una de las metas del evangelio de Marcos, presentar la incapacidad de los seguidores de Jesús para entender el camino hacia la cruz; lo que nos lleva a pensar que, si esto les ocurrió a los discípulos, quizás nosotros también tenemos dificultades y no nos damos cuenta.


La historia, sin embargo, nos deja saber que en efecto hay personas que han entendido la propuesta de Jesús del camino hacia la cruz. En medio de sus imperfecciones y debilidades, son para nosotros modelos porque buscaron imitar a Jesús y hoy les consideramos mártires.


Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano. Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”. Yo tengo el sueño de que un día en las colinas coloradas de Georgia los hijos de los exesclavos y los hijos de los expropietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!


Este sueño llevó a Martin Luther King Jr. a la cárcel, muchos sufrimientos, y en última instancia, a la muerte el 4 de abril de 1968; tras ser asesinado.


Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles. . . . Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: «No matar». Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.


Estas son unas de las últimas palabras de Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, quién se ganó el sobrenombre de «la voz de los sin voz». Su defensa de los más desfavorecidos hizo que el Parlamento británico lo propusiera como candidato al Premio Nobel de la Paz en 1979. Desgraciadamente, sus continuas llamadas al diálogo, para que los ricos no se aferraran al poder, y los oprimidos no optaran por las armas, no surtieron efecto, a pesar de la popularidad que alcanzaron sus homilías dominicales. Obstinados en reprimir toda oposición, agentes del Estado terminaron por asesinar a monseñor Romero, el 24 de marzo de 1980, y continuaron violando los derechos humanos, provocando una guerra civil que duraría once años y causaría 70.000 muertos.


Aunque no necesariamente terminaremos como mártires, ambos nos recuerdan que, si bien Dios no está detrás del sufrimiento ni nos invita a buscarlo, no podemos caer en la trampa de que la vida cristiana es una jornada sin incomodidades, retos y riesgos. De hecho, una vida que no incluya incomodidad, retos y riesgos levanta la sospecha de si verdaderamente estamos siguiendo a Jesús. La vida de Jesús, así como las de MLK y Romero, nos enseñan que el camino hacia la cruz implica servir antes de ser servidos, aunque en ocasiones nos duela. La incomodidad no siempre es mala, de hecho, nos hace crecer.


El neurocientífico David Eagleman en su libro Livewired nos narra la historia de Mateo, un niño con encefalitis Rasmussen, una condición que provoca epilepsia. Ante múltiples intentos y el deterioro de la calidad de vida de Mateo, un grupo de médico decidió remover la mitad del cerebro de Mateo (hemisferectomía). Dado que su condición afectaba solo la mitad del cerebro, los médicos tenían la esperanza de que se minimizara o eliminara la epilepsia. Lo asombroso fue que en efecto no solo se logró la meta, sino que se ha descubierto que el cerebro tiene la capacidad de compensar y un lado del cerebro puede comenzar a realizar funciones que naturalmente le han pertenecido al otro lado del cerebro. El cerebro tiene una maleabilidad o plasticidad que le permite transformarse, crecer y adaptarse a lo largo de toda la vida, y no solo en los primeros años de vida. El cerebro crece y se transforma ante la incomodidad y el reto. Por eso no hay nada mejor para mantener el cerebro funcionando que aprender nuevas destrezas aun en las etapas tardías de la vida.


Así funciona la vida cristiana: no buscamos el sufrimiento, pero la incomodidad y los retos nos hacen crecer cuando los aceptamos como parte de la vida. El servicio a otros, aunque en ocasiones incomodo y riesgoso, es necesario para nuestro crecimiento. No se puede crecer solo desde la comodidad. La vida cristiana tiene dos lados, A y B, como este casete musical. El lado A tiene las siguientes canciones: gloria, resurrección, nueva vida, milagros, salvación y sanidades. Pero también tiene un lado B que incluye: cruz, muerte, sufrimiento, servicio, entrega y sacrificio.


Este balance entre lado A y B ha sido una de las grandes lecciones de esta pandemia. Mi experiencia como pastor y candidato a seguidor de Jesús me ha permitido ver cómo la pandemia ha revelado la esencia de nuestro carácter cristiano; ya que las crisis ponen de relieve muchas cosas, nos hacen ver nuestras fortalezas y debilidades. Esta pandemia me ha revelado cómo en ocasiones tiendo (y tendemos) a buscar más el camino hacia la gloria, el lado A, que el camino hacia la cruz, el lado B. La pandemia me ha recordado una canción de Juan Carlos Alvarado que cantaba cuando era una adolescente:


No basta solo con cantar No basta solo con decir No es suficiente, solo con querer hacer Es necesario morir

No basta solo con soñar No basta solo con pedir No es suficiente solo con querer tener Es necesario morir

¡Dame tu vida! Esa clase de vida que sabe dar ¡Dame tu vida! Yo quiero vivir solo para ti ¡Dame tu vida! Resucítame en ti Yo quiero vivir solo para ti


Aunque un poco controversial, Robin Meyers, en su libro Saving Jesus from the Church: How to Stop Worshiping Christ and Start Following Jesus, propone que los cristianos nos hemos enfocado mucho en adorar a Jesús como hijo de Dios y hemos olvidado seguir a Jesús como maestro. No basta solo con cantar es quizás la gran lección de esta pandemia. No basta solo con cantar es lo que quizás Jesús quiso decir cuando luego de resucitar y antes de ascender dijo:


Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» Amén.


No basta solo con cantar es el llamado a hacer discípulos que oren, sirvan, diezmen, ayunen, mediten, vivan en simplicidad, confiesen sus pecados, tomen la Cena del Señor, testifiquen, estudien las Escrituras con rigurosidad, visiten, se opongan a la injusticia y aboguen por la dignidad de cada ser humano; entre otras disciplinas. No se puede escoger entre una o dos disciplinas como cuando escogemos series en Netflix; hay que practicarlas todas. Ser discípulos significa profundizar en nuestra fe y comer carne (aunque sean vegetarianos) y no quedarnos tomando leche. Ser discípulos implica escoger el camino hacia la cruz que sin duda no siempre será fácil, pero es el que lleva a la transformación y resurrección; el que lleva a tener un cuerpo de Cristo maduro y capaz de resistir las crisis.


Por otro lado, en un contexto en el que nuestros líderes políticos y religiosos tienen mucha dificultad para servir antes de ser servidos, me pregunto si el camino hacia la cruz tiene relevancia. Si Jesús tiene algo que enseñarnos de cómo se debe administrar un país, una iglesia, una comunidad o nuestra propia familia.


Comencé esta conferencia con el 1945 y Viktor Frankl, permítanme terminar con 1945 y Dietrich Bonhoeffer, ministro luterano encarcelado y asesinado en un campo de concentración el 9 de abril de 1945, días antes de que las fuerzas en contra de los nazis llegaran al campo de concentración. Bonhoeffer sabía lo que conllevaba escoger el camino hacia la cruz y oponerse al régimen nazi, e incluso así lo hizo. Sus convicciones como seguidor de Cristo eran profundas, como lo evidencia uno de sus libros llamado El precio de la gracia: El seguimiento. Bonhoeffer afirma:


La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de los pecados, la absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado. La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga. La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida.


En este tiempo de Cuaresma que comenzará en tres semanas tenemos la oportunidad de preguntarnos si hemos entendido el mensaje de Jesús, si verdaderamente le seguimos y si necesitamos caminar hacia la cruz. Por eso…


Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2)


“Señor, a Ti pertenecemos. Empléanos para lo que Tú quieras, en el lugar en que Tú quieras. Sea para cumplir alguna tarea o para sobrellevar algún sufrimiento. Para ser utilizados por Ti o para ser rechazados por Ti. Para ser exaltados por Ti o para ser criticados por Ti. Permítenos estar llenos, permítenos estar vacíos. Permítenos tenerlo todo, permítenos tener nada. Libre y completamente rendimos todas las cosas a tu gloria y servicio. Y ahora, al glorioso y bendito Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, pertenecemos en amor y lealtad. Así sea. Y el pacto que hicimos sobre la tierra, sea ratificado en los cielos. Amen.” -Juan Wesley (Oración del Pacto)

[i] Adam Hamilton, 24 Horas

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Me llena de regocijo cada palabra expuesta con tanta conciencia cristiana. La conferencia magistral me hizo reconsiderar varias acciones que por el afán diario han ido disminuyendo, aunque no en cantidad, si en calidad. Somos seres creados para servir, y añado para caminar, pensar y gozar cada acción que hacemos. Y eso lo logramos cuando se hace con Amor, en el Amor y sabiéndonos acompañados por el Amor verdadero. Gracias, Dios les siga bendiciendo y que sean más libros y más conferencias. Carmencita Vargas, de IMOFA, IMPR, y Rehace, y metodista del mundo.

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