Si hay algo que el relato de Juan 8:1-11 nos hace entender es que todos y todas somos pecadores. Aun quiénes hemos aceptado a Cristo como Señor y Salvador estamos en un continuo proceso de ser más como Cristo. Los creyentes somos “pecadores en recuperación”. La gracia de Dios es quién nos transforma cada día para ser más como Jesús.
La iglesia cristiana a través de los siglos ha escogido ciertas épocas del año para recordarnos a nosotros mismos nuestra condición de pecadores, y nuestra necesidad de la gracia y el perdón de Dios. Una de estas épocas es lo que conocemos como Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo de reflexión, oración, ayuno y confesión, en donde la iglesia medita sobre los pecados cometidos, mientras nos preparamos para celebrar la Vida que Jesús nos trajo por medio de su Resurrección. El tema central de la Cuaresma es la conversión o lo que la Biblia llama "metanoia", que significa arrepentimiento. Este tiempo dura 40 días, sin contar los domingos, hasta llegar al Domingo de Resurrección. Esta tradición viene como una forma de imitar a Jesús, que ayunó por 40 días antes iniciar su ministerio, y así pudo mantenerse enfocado en su misión como Salvador del Mundo.
La Cuaresma comienza con lo que llamamos el miércoles de ceniza. En este día, se utilizan unas cenizas para expresar externamente (se hace una cruz en la frente), el arrepentimiento que hay internamente. En la antigüedad, los judíos expresaban su remordimiento, duelo o arrepentimiento poniendo cenizas en sus caras o cuerpos. También utilizaban las cenizas como una forma de expresar la muerte de un ser querido y como reconocimiento de su propia mortalidad (Job 2:8, 2 Samuel 13:19, Daniel 9:3).
Al igual que en la antigüedad, la iglesia utiliza las cenizas como símbolo de dos cosas, principalmente: 1) Nuestro arrepentimiento por los pecados cometidos y que necesitamos que la gracia de Dios nos transforme para ser más como Jesús, y 2) Nuestra propia fragilidad y mortalidad, y que somos “polvo”. Por eso es que al momento de ponernos las cenizas en la frente, nos decimos unos a otros “convertíos y creed en el Evangelio” (recordando nuestro pecado), y “acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás” (recordando nuestra fragilidad y mortalidad). El miércoles de ceniza da inicio a la Cuaresma recordándonos que somos seres humanos que necesitamos de Dios. Es un tiempo para identificar nuestro pecado, nuestra humanidad y la necesidad de que la gracia de Dios nos transforme. Las cenizas que se utilizan en este día son las cenizas de las palmas utilizadas el año anterior en el Domingo de Ramos.
El miércoles de ceniza es un ritual (al igual que la unción con aceite, la Santa Cena, el bautismo, levantar las manos en la adoración, entre otros), por lo que tiene el potencial de convertirse en un acto carente de sentido y propósito. En otras palabras, de igual forma que puede ocurrir con otros rituales, podemos caer en el ritualismo, y celebrar este evento sin verdaderamente experimentar la gracia y unción del Espíritu Santo. Sin embargo, ¿debemos dejar de celebrar el miércoles de ceniza porque sea un ritual? Para nada; ya que el celebrar el ritual sin la unción del Espíritu Santo no es asunto del ritual en sí mismo, sino de quién celebra el mismo. Por lo que los rituales no son malos en sí mismos; todo lo contrario, la tradición cristiana está llena de rituales (aunque no queramos reconocerlo o no nos demos cuenta), que nos conectan con Dios.
Por otro lado, hay quienes cuestionan si este evento es uno bíblico o cristocéntrico. La Reforma Protestante nos enseñó lo peligroso que es celebrar la tradición de la iglesia, aunque la misma carezca de fundamento bíblico. La Biblia, y en particular, la Palabra encarnada (Jesucristo), es el criterio principal de la iglesia; por lo que toda tradición cristiana debe pasar por el filtro de los valores del reino de Cristo. Entonces, el miércoles de ceniza, ¿pasa por el filtro de Cristo? Sin duda. El miércoles de ceniza responde a la necesidad del ser humano de reconocer su pecado y solicitarle a Dios que su gracia le ayude a vencer el pecado por los méritos de Jesucristo. El miércoles de ceniza está fundamentado en la creencia de que el ser humano es pecador, y que solo con el poder, la vida y la resurrección que vienen por medio de Cristo, es que el ser humano puede vencer el mismo. La Cuaresma, y por consiguiente, el miércoles de ceniza, tiene su mirada puesta en Jesucristo. Sin Jesús, ni la Cuaresma o el miércoles de ceniza, tendrían sentido. Les explico.
Para que ocurra la transformación en nuestra vida, podemos escoger uno de tres caminos: El camino de la flagelación corporal, el camino de la autocompasión y la flagelación emocional, o el camino de la gracia, la confesión y el perdón. El camino de la flagelación corporal es la creencia de que al maltratar nuestros cuerpos mostramos arrepentimiento por nuestros pecados, y así podemos recibir perdón. Esto va en contra del amor propio y del autocuidado, así que no es una opción. El camino de la autocompasión y auto condenación nos lleva a sentirnos culpables por nuestro pecado y en vez de buscar el perdón de Dios para ser libres y sanar, gastamos nuestras energías en recordar nuestro error. Muchos de nosotros vivimos todavía recordando errores cometidos hace años o décadas, y no hemos sido libres de estos pensamientos. En adición a estos dos caminos, existe un tercer y mejor camino: el camino de la gracia, la confesión y el perdón. Es el camino en donde nos arrepentimos, confesamos nuestro pecado, recibimos el perdón de Dios, experimentamos sanidad y libertad, y disfrutamos de la misericordia de Dios. Este es el camino del cual nos habla el Salmo 32.
Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. 2 Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño.
3 Mientras callé, mis huesos envejecieron, pues todo el día me quejaba. 4 De día y de noche me hiciste padecer; mi lozanía se volvió aridez de verano.
5 Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
La disciplina espiritual de la confesión es el reconocimiento de quienes somos, seres humanos en un continuo proceso de transformación, y de quién es Dios, aquel que nos perdona, restaura y sana para continuar nuestra transformación. La confesión es la disciplina espiritual que reconoce que el pecado deteriora nuestra relación con Dios, y por lo tanto hay que ser libres del mismo. Así como una relación con una persona necesita del perdón para mantenerse viva, la confesión reconoce que cuando pecamos nuestra relación con Dios se deteriora y necesitamos pedir perdón para mantener viva esa relación con Dios. La confesión rompe esa barrera entre Dios y nosotros, y nos permite disfrutar del perdón y la misericordia de Dios, en vez de la depresión, la angustia y la auto condenación.
¿Por qué celebrar el miércoles de Ceniza? Porque nos recuerda nuestro pecado, nuestra fragilidad humana y nuestra necesidad de Dios. Es el inicio del tiempo de Cuaresma, un tiempo especial para pedirle a Dios que continúe su transformación en nosotros. En la Cuaresma reconocemos que nos desviamos en muchas ocasiones de la voluntad de Dios, y que necesitamos pedir perdón a Dios. La Cuaresma es un tiempo para prepararnos para el Domingo de Resurrección, día en que recordamos que somos pecadores y que solo a través de la Resurrección de Jesús es que podemos tener vida, y vencer el pecado y la muerte.
No hay duda de que la Cuaresma, y el miércoles de ceniza, han perdido fuerza en la iglesia protestante puertorriqueña, por muchas razones. A mi juicio, la iglesia protestante se ha querido distanciar y diferenciar tanto de la iglesia católica, que hemos dejado a un lado mucha de la tradición cristiana que compartimos con esta amada iglesia. No somos católicos/as, de eso no hay duda. Pero sí somos cristianos/as, y la cuaresma y el miércoles de ceniza son eventos que trascienden la iglesia católica y nos unen a toda la iglesia cristiana universal. El día en que la cuaresma pierda su fundamento bíblico cristocéntrico, ese será el día en que debemos dejar de celebrarla. Por el momento, esto todavía no ha ocurrido.
“La época de Cuaresma comenzó. Es un tiempo para estar contigo, Dios, en una forma especial, un tiempo para orar, ayunar, y seguirte en tu camino hacia Jerusalén, al Gólgota, y a la victoria final sobre la muerte. Todavía estoy tan dividido. Verdaderamente quiero seguirte, pero también quiero seguir mis propios deseos y escuchar las voces que me hablan del prestigio, placer, poder e influencia. Ayúdame a ser sordo a estas voces y más atento a tu voz, que me llama a escoger el camino angosto de la vida. Sé que la Cuaresma será un tiempo bien difícil para mí. La decisión de escogerte a ti debo tomarla cada momento de mi vida. Debo escoger pensamientos que sean tus pensamientos, palabras que sean tus palabras, acciones que sean tus acciones. No hay momentos ni lugares sin decisiones. Y sé cómo resisto profundamente escogerte a ti. Por favor Señor, sé conmigo en cada momento y en cada lugar. Dame la fuerza y el coraje para vivir fielmente esta época, de manera que, cuando llegue la Resurrección, sea capaz de disfrutar con gozo la nueva vida que has preparado para mí. Amén." –Henri Nouwen
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